Réquiem por la norma. Lorenza Böttner

Réquiem por la norma. Lorenza Böttner. Fuente: Guía del Ocio.

      Réquiem por la norma. Lorenza BÖTTNER.

      La Virreina. Centre de la imatge. Barcelona

      Del 7 de noviembre de 2018 al 3 de febrero de 2019.     

Comisario: Paul B. Preciado

 

ANNA MARIA GUASCH

En la presentación del trabajo de Lorenza Böttner, una artista que pinta con la boca y los pies, el comisario Paul B. Preciado, nos invitaba a ver la historia del arte de una manera diferente y a reinventar una nueva subjetividad. Preciado planteó pues la exposición como un desafío a la historiografía dominante del arte a partir
de una reivindicación en las políticas de género, o mejor, transgénero, y de visibilidad social.

La muestra, parte de la cual fue expuesta por primera vez en la Documenta de Kassel de 2017, hay que leerla en clave biográfica partiendo de algunas de las fotografías con las que se inicia la exposición: la de un niño de ocho años llamado Lorenz Böttner (Punta Arenas, Chile, 1959) en uniforme escolar y la de una noticia de prensa donde se narra el brutal accidente del niño Lorenz que, victima de una descarga eléctrica en un poste de alta tensión, sufrió la amputación de sus brazos.                                                                                                                              El siguiente salto en el tiempo lo tenemos que ubicar a partir de los años setenta en Alemania donde el ya joven Ernst se somete a distintos programas de inserción social y en 1984 ingresa en la Escuela de Arte y Diseño de Kassel descubriendo de la mano de su profesor Harry Kramer, su cuerpo e iniciando una frenética
actividad con el baile y la performance.

Es también en 1984 que el artista, ya con su nueva identidad femenina, la de Lorenza Böttner, se reinventa su cuerpo ni discapacitado, ni normal, ni femenino ni masculino. Es con este cuerpo que Lorenza realiza pinturas, dibujos y grabados en los que aparece travestida como bailarina, modelo, miss mundo, novia de Batman
o efebo con alas de Ícaro. Y ello con una clara voluntad: la de “resexualizar” el cuerpo transmutándolo en hedonismo y exaltación a la vida tras los procesos de “desexualizacion” de sus años de vulnerabilidad y rehabilitación médica. En ocasiones, como en el apartado Freak show, la artista pone énfasis en el hecho de
la discapacidad física que lleva a relacionarse con visiones monstruosas contra-natura, como la de Jean –Peter Wilkin ( con la fotografía Bacchus Amelius, de 1986). En otras, como en Face Art, el rostro aparece oculto y metamorfoseado por distintas series de máscaras de la feminidad, con pinturas no sólo ejecutadas con
pinceles y pigmentos sino con su propio vello corporal.

Esta obsesión por el cuerpo se agudiza, si cabe, a su llegada a Nueva York, cuando toma la calle como locus para sus performances y sus “pinturas-danza” o pintura bailada que consiste en a la vez bailar y pintar con los pies. Entre sus viajes a partir de finales de los años ochenta destaca su estancia en Barcelona donde se convierte en la mascota Petra de los juegos Paraolímpicos diseñada por Mariscal y recupera la calle como espacio expositivo, la acción directa y el arte de guerrilla, más allá de la galería y los circuitos convencionales . Y siempre reivindicando
hasta los últimos años de una existencia cada día más debilitada por el VIH (Lorenza morirá en Alemania en 1994) una total porosidad, frente a la esclerosis de la pintura convencional.

Publicado en CULTURAS de LA VANGUARDIA el 05/01/19

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