Entrevista a Enric Farrés Duran

por Adriana Leanza

 

 

Enric Farrés Duran (Palafrugell, 1983) es un story-teller que crea relatos a partir de eventos reales y ficticios. Sus proyectos se concretizan en forma de instalaciones, de libros, de recorridos comentados y guiados, de vídeos o de objetos. La obra de Duran ha sido mostrada en numerosas exposiciones individuales. Entre otras, en el Bòlit, Centre d’Art Contemporani (Girona), en el Centre d’Art La Panera (Lleida), en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), en el 56x45x25 (Los Ángeles) y en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (Barcelona). Ha participado en distintas exposiciones colectivas, entre otras en La Casa Encendida (Madrid), en Blueproject Foundation (Barcelona) y en el MACBA (Barcelona).

 

Me parece interesante evidenciar que en las presentaciones que se hacen de ti no aparece la etiqueta de «artista» sino más bien la de «story-teller», narrador de cuentos y ficciones. Pero en una entrevista de 2017 publicada por Bòlit, Centre d’Art Contemporani, tú mismo te defines como «artista visual».

Sí, realmente mi contexto de trabajo entra en el ámbito de las artes visuales. Y, al mismo tiempo, muchas veces mis proyectos pasan por elaborar relatos en los que hay verdad y ficción. Relatos que acaban traduciéndose en conferencias, en exposiciones, en libros, en objetos.

 

Te mueves entre distintos formatos.

Sí, cada formato tiene su especificidad, no hay jerarquía. Por ejemplo, para mí no hay diferencia entre hacer una exposición, un libro o las clases en la Escola Massana; todo ello entra en lo que llamamos «prácticas artísticas». Son momentos de comunicación que pueden ir tomando muchas formas, y son todas igualmente importantes.

 

Hablamos de la primera vez que experimentaste con el formato vídeo. Fue en el caso de la película El viaje frustrado (2015).

Exacto. Un día conocí a unos coleccionistas que me propusieron una colaboración. Yo tampoco fabricaba objetos, con lo cual tampoco hubiesen podido comprar algo mío. Les propuse el proyecto de un viaje. La idea era coger un relato del escritor Josep Pla que se llama «Un viaje frustrado». A principios de siglo, Pla sale de Palafrugell en barco de vela con un amigo, Hermós, para ir a Francia a ver a unos familiares. Cuando llevan ya siete días de navegación, Hermós le dice que quiere volver para poder contar a los amigos que habían estado en Francia. He estado investigando sobre la historia y he descubierto que en realidad Pla no hizo nunca este viaje.

 

¿Él escribió de este viaje, con detalles minuciosos, pero en realidad era ficción?

Sí, no lo cumplió nunca. Está escrito de una forma tan precisa que todos creen que el viaje se ha cumplido en realidad. Pero si se consultan los archivos de la obra de Pla, se entiende que no puede haberlo hecho. No se trataría de una novedad: su libro más importante, El quadern gris, es en teoría un dietario de juventud del año 1918, publicado en 1966, pero en realidad es mentira. Pla parte de un dietario pero escribe y reescribe las partes que le interesan. Y eso es lo que me interesa mucho en mi trabajo, este efecto de sinceridad que se puede utilizar a la hora de contar las historias. Una «realidad ficcionada». En mi proyecto le al coleccionista de realizar el viaje de Pla: él iba con su barca, yo con la mía, como un anti-héroe, y él me remolcaba. En este viaje nada es épico el evento más extraordinario fue seguramente cuando se me cayó la almohada al agua…

 

París no se acaba nunca: #districte cinquè (2014) es, según las palabras de Montse Badia, una «clonación formal» del libro de Enrique Vila-Matas París no se acaba nunca. ¿Podrías contarnos cómo te acercaste al escritor?

París no se acaba nunca: #districte cinquè es el tercer libro de una trilogía. Yo tenía este proyecto y estaba buscando un título. Fui a Laie, la librería del CCCB, a buscar libros para poderme apropiar directamente del título de uno de ellos, hasta que me encontré con París no se acaba nunca, de Vila-Matas, y me apropié del título. Realmente yo no conocía nada de este escritor.

 

¿Te acercaste a él de casualidad?

Sí, no sabía ni quién era, pero este libro tuvo repercusión. La gente me llamaba para invitarme a charlas sobre arte y literatura, para hablar sobre Vila-Matas, entendiendo que yo sabía algo de él. Hasta que un día, durante una de estas charlas, me lo presentaron y yo no sabía qué decirle. Él sabía de la existencia de mi trilogía.

 

Y acabaste teniendo una charla con él en la librería +Bernat de Barcelona.

Sí, en YouTube hay un vídeo de la presentación. Me dijeron de hacer un café con él y tuve miedo. Como tenía que presentar mi libro, le dije: «Ya que tu presentas tantos libros, eres un escritor de renombre, dame un consejo a la hora de presentar un libro». Él me contestó: «Una presentación de libros solo sirve para que venga la prensa e intentar vender algún libro, con lo cual tienes que invitar a alguien famoso, que te haga buenas preguntas para que tú puedas hablar de ello». «Vale, entonces te invito a ti», le dije. «Genial, pero haremos como que el libro es mío», me contestó. La presentación estuvo muy bien, y lo guay fue que la gente no sabía qué libro estábamos presentando y su reacción fue interesante.

 

El libro (el tuyo) empieza con la historia de un perro que parece haber tenido una indigestión accidental de alguna hoja de potus en una de sus frecuentes visitas a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona. Es un pretexto, porque en realidad el libro no trata únicamente de perros, sino que presenta una multitud de conexiones. En él hablas de una carta de tarot, la carta de El Loco, en la cual aparece un perro. En 2017, en Fabra i Coats Centre d’Art Contemporani de Barcelona expones una serie de propuestas para perros –Refregar-se amb un mort per fer-se invisible (2017): Confirmación arquitectónica de la diferencia entre ambos / International breaking news / Un olor desplazado / Hogar feliz, tranquilidad y bienestar constante / Coherencia que es contradicción)–: ¿por qué te interesa utilizar esta figura?

La figura del perro me va muy bien para tratar diferentes temas. Es un animal que tiene mucho que ver con la ficción. Primero, es un animal creado por el hombre: siglos de ingeniería genética para llegar de un lobo a un chihuahua. Segundo, la fantasía de que sea nuestro mejor amigo, cuando él tampoco ha decidido ser amigo de nadie. Es una relación de sumisión absoluta, es dependiente del hombre. Es interesante a la hora de hablar de otras cosas, funciona como un comodín.

 

¿Y en el caso de Materia Prima?

La idea de mi exposición en Materia Prima viene de Encostar-se a um morto para se fazer invisível (2017), que tuvo lugar en el espacio de Mauro Cerqueira, Uma Certa Falta de Coerência, en Oporto. Fue interesante porque la programación que hacen en este espacio mola mucho, es un espacio muy anti-white cube. En Fabra i Coats Centre d’Art Contemporani de Barcelona, al principio la premisa era exponer algo que no se hubiese visto en Barcelona, y pensé que era una buena ocasión para presentar esta propuesta. Se hizo más interesante aún cuando me dijeron que los perros, por normativa, no podían acceder al espacio expositivo del centro, y mi propuesta, precisamente, era una exposición para perros invisible para los humanos. Se creó este juego en el cual los humanos no podían verla y los perros no podían entrar. En la normativa existían dos excepciones: el perro de los ciegos y el perro policía sí que podían acceder. Tenía que ser perro trabajador.

 

Refregar-se amb un mort per fer-se invisible: ¿a qué se refiere el título?

Durante el proceso aprendí, gracias a distintas personas más expertas en perros que yo, que cuando los perros encuentran un animal muerto, en descomposición, se refriegan con él. Es un instinto ancestral, muy antiguo. Lo hacen para que se les pegue el olor del muerto y nadie pueda seguirles la pista.

 

¿En serio?

Sí, lo hacen todos. Hay un vídeo del mejor visitante en Oporto, un perro que solo tiene tres patas, que hace todo el recorrido de la exposición hasta llegar al sapo muerto. Cuando el perro llega allí, se refriega con la peana. Es un acto biológico, remoto. El perro no podía refregarse con el sapo, porque estaba encima de una peana, así que acaba refregándose con aquello. Con este trabajo, y también con otros, el significado cambia según el contexto. En Oporto la exposición significa una cosa, pero en Fabra i Coats Centre d’Art Contemporani de Barcelona adquiere todo otro tipo de sentido. No sabemos quién es el muerto (¿el centro de arte?). La invisibilidad es la mía, como artista, ya que los visitantes no pueden ver las piezas. Me interesa ver cómo la obra va cogiendo otras capas de significado, aunque no se trate de crítica institucional.

 

¿Por qué participaste en la muestra? ¿Crees que tiene sentido hacer una cartografía de artistas de media carrera en el ámbito de Barcelona?

Participé porque me invitó un amigo, David G. Torres, pero no me identifico con la categoría de la media carrera. Prácticamente hace dos días que hago cosas.

 

Hace dos días que haces cosas y nadie te hace caso.

Como me pasó el día 8 de marzo. Hice una conferencia en el centro de arte Bòlit –tengo una exposición allí– y fue muy divertido porque no vino nadie. Era interesante la imagen de un hombre hablando solo durante dos horas, en el Día de la Mujer, sin nadie que lo escuchara, haciendo una conferencia sobre el viaje a São Paulo para ver las obras de Lina Bo Bardi. En el libro de Vila-Matas Aire de Dylan (2012) existe un personaje que lucha por quedarse solo en una conferencia. La imagen era parecida, y adquiría más sentido siendo el Día de la Mujer.

 

Realmente has hecho más libros y conferencias que exposiciones.

Sí, tanto míos como de otros, porque me gusta editar los trabajos de otras personas. En Bibliotecas insólitas, ahora en Arts Santa Mònica, están presentes todos estos libros, más algunos de mi biblioteca personal.

 

Bibliotecas insólitas es una exposición que se presentó también en La Casa Encendida de Madrid.

Sí, y en el Reina Sofía había otra parte de la misma exposición. Gloria Picazo, la comisaria, había invitado a artistas que producían libros para reflexionar en torno a la idea de biblioteca. Mi propuesta fue la de ordenar todos los libros al revés, creando una «biblioteca sin títulos», y el proyecto se expuso en distintos sitios: en La Panera, en la biblioteca del Reina Sofía, en el Bòlit y en la biblioteca del Ateneu de Barcelona.

Hablando de libros… Trabajaste muchos años en una librería de segunda mano y acabaste descubriendo papeles escondidos entre las páginas. Fue una obsesión para ti; acabaste reuniendo tu propia colección, Los papeles del Siglo, un proyecto artístico al cual diste muchas vueltas.

Los papeles del Siglo era una colección que me servía para desarrollar proyectos, y de ella nacieron como otros seis o siete proyectos. Cuando trabajaba en la librería, en Sant Cugat, coleccionar papeles era una estrategia para pasar el tiempo. Un día descubrí un papel en el que ponía «PEPSI-COLA. Anar-hi dilluns 4 tarda. Demanar per el Sr. Grasa. Si hi ha algun problema trucar al 337-48 80». Entonces llamé: «Señor Grasa, hay un problema». Me contestaron que no había ningún «Señor Grasa». «Pero me he encontrado un papel», un papel que parecía de los años cincuenta. «Que aquí no hay ningún “Señor” y no sabemos de ningún papel», y colgaron. Llamé otra vez y no me cogieron el teléfono. Fue a partir de allí cuando me di cuenta de la potencialidad de los documentos, como si fueran instrucciones, y me pregunté cómo utilizarlos. Fui recopilando papeles, hasta tener una colección de 2.500.

 

Hiciste una exposición en EtHALL, Una exposición de dibujos (2016).

Y en aquella exposición aún eran pocos. Coleccioné mucho más: tiques, fotos, cartas, dinero… La gente se dejaba muchas cosas en los libros.

 

Diste entonces otra vuelta al proyecto y acabaste exponiendo en el espacio 56x45x25 de Los Ángeles.

Sí. Invité a la responsable del archivo del MACBA en aquella época, Maite Muñoz, que trabaja mucho con este tipo de documentación, a pensar sobre Los papeles del Siglo. Le pregunté qué eran para ella, y ella me dijo que aquello que tenía no era un archivo. Me quedé maravillado. Me explicó que por «archivo» se entiende toda aquella documentación que se crea en el transcurso de una actividad, de una persona o una empresa, y yo no había creado ningún tipo de información. Yo había ido cogiendo documentos, coleccionándolos. El archivo está a medio camino entre una biblioteca y una sala de exposiciones, donde el material no es reposicionable; es un espacio que requiere seguridad y condiciones de preservación. Me interesó mucho porque fue entonces cuando quise transformar mi colección en un archivo, de la manera más rigurosa posible.

Estuve tres años trabajando sobre esta trasformación: catalogamos y presentamos todos los documentos en Madrid, en ocasión del Premio Generación de 2016. Todo estaba preservado, había guantes, una temperatura establecida, el archivo se había reproducido con estos papeles, que realmente eran cotidianos y de poca importancia. Tuve miedo de que la gente me desorganizase el trabajo, y caí en mi propia trampa, porque el archivo no era realmente importante, era fruto de una intención mía de reorganizar Los papeles del Siglo de forma sistemática. No habría pasado nada si alguien hubiese robado un documento, ya que eran documentos poco importantes, pero había destinado tantas horas de trabajo y de dinero a ello que había generado un valor, y, una vez organizados, no logré trabajar más con estos documentos: los cogí y los trituré todos con el túrmix, hasta hacer una pasta que terminó siendo un pisapapeles. El resultado se expuso en Nogueras Blanchard, bajo el título de Cualquier objeto excepto un papel (2016).

 

¿Qué hiciste antes de triturarlos?

Los escaneé todos. Con la exposición en 56x45x25 pasé del JPG a la realidad. Realizar un papel era un proyecto en el que cogía un papel digital y lo hacía realidad, entendiendo el documento como instrucción. Hay algunos que son difíciles, como una carta donde alguien deja una relación: la acción sería encontrar a alguien que quiera dejarlo con su pareja; tendría que hacerlo con estas palabras exactas de la carta. En Los Ángeles utilicé uno de estos documentos. Era un sobre que parecía contener un papel, pero si se abría el sobre, no había nada. Lo que había pasado era que el papel había oxidado el sobre y había dejado una marca.

En el garaje donde tuvo lugar la exposición pasó algo parecido. El título de la pieza era Paper Playing a Part: Make Nothing Out of Something. Me interesaba este concepto de generar expectativas. Había un recorrido, la gente tenía que pasar por distintos puntos antes de entrar en el garaje. Y, una vez dentro, no había nada, el espacio estaba vacío; estaba presente una cartela explicativa, nada más. En California el garaje es un lugar casi sagrado, fundacional de todas las empresas, las startups… Se hacen rutas de garajes. Dejarlo vacío correspondía a un bluff americano. Era potente, porque destruía las expectativas que la gente se iba haciendo en las dos horas de coche que había de camino al espacio.