OLGA SUREDA II Desde los años sesenta hasta la actualidad, la instrumentalización de la naturaleza ha generado una sociedad capitalista industrializada y patriarcal, la cual nos ha llevado hasta la actual situación de crisis global que solo puede ser abordada desde una profunda toma de conciencia. Así, ante los desafíos que plantean los cambios socio-ambientales que se avecinan, diversas prácticas artísticas reflexionan sobre la capacidad de la obra artística como herramienta de concienciación y transformación social. Uno de estos desafíos, quizá el más importante a largo plazo, es, sin duda, el cambio climático. Artistas de todo el mundo alzan la voz contra el deterioro ambiental creciente retando las ideas preexistentes de lo que significa el arte, así como la forma en que se produce y presenta, con la voluntad de promover una activa reflexión acerca de la responsabilidad del ser humano en el daño cabalgante del medio ambiente.
Ejemplo de ello es el trabajo de Nathalie Rey, que nos recuerda con qué facilidad y rapidez el ser humano puede destruir nuestro planeta y a la vez tejer lazos de encuentro entre el mundo de la naturaleza y el universo poético. En este contexto, podríamos citar algunos de los artistas que como Rey despiertan la conciencia y captan la urgencia, como es el caso de la fotógrafa británica Mandy Barker, cuyo objetivo es crear una reflexión sobre la contaminación plástica en los océanos del mundo y destacar el efecto nocivo sobre la vida marina y sobre nosotros mismos. Parecida pretensión se advierte en las instalaciones y fotografías del artista visual mejicano Alejandro Durán, que transmiten al espectador el daño del impacto humano al planeta e invitan a reflexionar acerca del sobre-consumo diario de plástico y del consecuente exceso de basura que genera la sociedad actual. Y el artista danés Olafur Eliasson, el cual, desde el inicio de su carrera en los años noventa, trabaja con instalaciones a gran escala en las que sumerge al propio espectador para provocarle una reacción directa y una sensibilización crítica sobre el uso de los recursos naturales y el cambio climático.
Nathalie Rey utiliza su imaginario para denunciar las catástrofes medioambientales y representar su propia visión de la sociedad contemporánea de consumo. Así lo vemos en su proyecto Naufragio (2012-2019), que nace tras leer la noticia de doce contenedores que partieron en enero de 1992 de Hong Kong rumbo a Washington y que cayeron al agua en el transcurso de una tormenta en el Océano Pacífico Norte. Uno de los contenedores contenía 29.000 juguetes de baño infantiles con diversas formas: castores rojos, ranas verdes, tortugas azules y patos amarillos. A diferencia de muchos juguetes de baño, éstos no poseían agujeros así que al ser estancos no se llenaron de agua, permitiéndolos flotar en las aguas del océano. Los patitos y otros animales de plástico navegaron por las corrientes oceánicas hasta naufragar, ser presa de los animales marinos o quedar varados en playas inexploradas, demostrando con el paso de los años su navegabilidad y durabilidad.
Esta historia, que supuso un fuerte impacto social y medioambiental, despertó la conciencia en Rey. La artista, con la voluntad de hacer reflexionar sobre el consumo desbordado del plástico, decidió recrear parte de la aventura con una instalación de patitos de goma en una playa del Maresme (Naufragios I, 2012). Unos años más tarde, Rey volvió a recrear el mismo escenario pero esta vez representando el naufragio de miles de huevos Kinder Sorpresa de varios colores que invadieron la isla de Langeeog en la costa del mar Báltico, dando lugar a Naufragio II (2017), una instalación compuesta por arenales metálicos llenos de arena rosa y cientos de huevos de gallina. La artista, en este caso, quiso reforzar el contraste entre lo natural y lo artificial, entre lo verdadero y lo falso, invirtiendo la arena de la playa por la arena artificial rosa y los huevos de plástico por huevos de gallina biodegradables.
Con Naufragio III (2018-2019) Nathalie Rey inicia otro proceso activo de transformación en la naturaleza, esta vez no basándose en hechos acontecidos como el naufragio de los patitos o de los huevos Kinder, sino creando su propia narrativa. Rey, consciente de la gravedad del problema de los residuos de plástico, “contamina” de manera simbólica distintos paisajes rurales con el mismo material que denuncia: el plástico. La artista interviene, pues, de manera voluntaria los distintos escenarios dispersando cientos de botes de plástico coloridos creando un “bonito” paisaje que atrae visualmente el ojo del espectador, pero que, al fin y al cabo, denuncia la crudeza de la realidad.
Las intervenciones de Naufragio III se llevaron a cabo en el marco de distintas residencias artísticas que la artista realizó en el periodo 2018-2019 en diferentes puntos de España, algunas de las cuales fueron documentadas en video, como podemos ver en la acción que tuvo lugar en Vilanova de Sau (Nectar, Cataluña) y en el Valle del Segura (AADK, Murcia). Una acción que no solo consistía en dispersar plástico sino también en recogerlo posteriormente, dando ejemplo.
En la actualidad, Nathalie Rey se encuentra trabajando en otra ramificación de Naufragio III interviniendo esta vez el medio fotográfico y no directamente en el paisaje. Clavando alfileres de color que nos remiten a los botes de plástico en fotografías en blanco y negro, Rey refuerza también el contraste entre lo natural y lo artificial. Tanto las fotografías (intervenidas o no) como las piezas de vídeo que resultan del proyecto Naufragio manifiestan, pues, a los espectadores, los efectos irreversibles del cambio climático y las consecuencias de las huellas humanas sobre el medio ambiente por el consumo de plástico.
El plástico, que hasta mediados del siglo veinte no empezó a producirse a gran escala, nos ha cambiado la vida como pocos inventos, a veces aparentemente para bien y en lo profundo para mal. Facilitó los viajes al espacio, revolucionó la medicina y salva vidas a diario simplemente subministrando agua potable en las botellas desechables que hoy demonizamos a las poblaciones periféricas, por ejemplo. La producción ha aumentado a un ritmo tan vertiginoso que prácticamente la mitad de todo el plástico de la historia se ha fabricado en los últimos quince años. De los miles de millones de toneladas de este material que se produce en el mundo, un altísimo porcentaje acaba sin reciclar y termina en el mar, el depósito final de la basura del planeta.
Nathalie Rey también se hace eco del peligro al que se enfrenta nuestra cultura actual del usar y tirar y de nuestra descontrolada producción de residuos en la serie Plastic Sea (2019), en la que hace visible a través de sus mapas invertidos aquello que es invisible a nuestros ojos: la cantidad masiva de residuos que se vierte en los océanos. Compuesta por quince lienzos circulares estéticamente limpios que representan quince mapas invertidos (tres de los cuáles están en proceso), Nathalie Rey cose a mano miles de perlas coloridas de plástico que simbolizan el gran vertedero de plástico en océanos, mares y lagos. Una acción meditativa que requiere de alta paciencia y precisión y que, con ella, Rey denuncia un problema global.
Con Plastic Sea, la técnica de coser se desmarca de su carácter funcional y se reconvierte en una forma artística capaz de instalar un discurso estético alternativo desde la esfera de lo cotidiano. Rey, con la acción de coser, rescata lo artesano como dispositivo crítico y comunicacional, deviniendo la técnica en práctica artística, y consiguiendo redescubrir el potencial estético y político de lo cotidiano.
El arte puede considerarse espejo y también catalizador de los problemas humanos, los individuales y los sociales. Sin embargo, también puede ser el dispositivo que nos ayude a establecer el equilibrio en nuestra relación con la naturaleza, capaz de proponer múltiples estrategias que despierten la consciencia para crear conciencia y generar soluciones creativas a las problemáticas medioambientales.
El proyecto Naufragio propone modos creativos de enfrentarnos a los escenarios y situaciones de la crisis ecológico-social. Modos de hacer que nos hacen reflexionar y plantear nuevos caminos de transformación hacia la sostenibilidad y nos invitan a concebir el mundo desde la empatía y la conciencia.
Catálogo «Naufragio», 2019