La promesa lanzada al aire de Carlos Pazos

Detalle de la monumental «No te prometo nada», de Pazos

     No te prometo nada.
     Vinya dels Artistes de Mas Blanch i Jové.
     La Pobla de Cèrvoles (Lérida).

 

ANNA MARIA GUASCH

Veinticinco hectáreas de campiña, de las cuales más de la mitad se hallan en régimen de cultivo de viñedo, acogen un «museo a cielo abierto» conocido también como La Viña de los Artistas en la localidad leridana de La Pobla de Cèrvoles, que desde 2010 recibe año tras año propuestas de esculturas al aire libre de artistas catalanes contemporáneos, desde Guinovart a Evru, pasando por Susana Solano, Joan Brossa o Frederic Amat.

Para continuar con este encomiable proyecto que une Naturaleza, vino y arte, los responsables de las viñas, Mas Blanch i Jové, han trabajado desde el principio con un doble objetivo: la selección de los artistas y de sus obras (con las que ir conformando una más que encomiable labor de coleccionismo privado) y cierta labor escenográfica, en constante diálogo con los creadores, inspirados por un rincón particular de esta vasta superficie campestre. Todo empezó con la propuesta que unos años antes de su muerte (2007) presentara el que se considera «ideólogo del proyecto», el pintor Josep Guinovart, de instalar una pieza monumental al aire libre entre las viñas, lo que se materializó en su escultura póstuma Órgano de Campo (2010) en el Año 0 de la historia de la colección.

Un triple guiño

Estos mismos parámetros se mueve a la nueva instalación de 2018, concebida por Carlos Pazos (Barcelona, 1949), y que con el ambiguo título No te prometo nada (No et prometo res) plantea casi un triple guiño: al vino, al arte contemporáneo y a veladas cuestiones más de índole cívico-políticas. La elección de una réplica a escala monumental del ready made de Duchamp de 1914 titulado Portabotellas aúna en su misma formalización la doble relación con el vino (en su uso primigenio y original, era un utensilio para secar botellas), con el arte de inspiración conceptual (el pensamiento o la idea es lo que permite a Duchamp redimir al objeto de su uso cotidiano y convertirlo en obra de arte, casi aurática). Y luego vendría el título, muy a tono con los tiempos fluidos que vivimos y que en ningún caso son claramente afirmativos o negativos. No te prometo nada reuniría en este sentido los ingredientes de incertidumbre y relativismo en los que todos estamos sumidos en cuanto individuos.

Pero en este caso, Carlos Pazos ha convertido un objeto en monumento (seis metros de altura y tres de diámetro), equiparándolo bien a un faro o a una torre, una especie de «torre de Babel» en ese deseo utópico e irrefrenable de alcanzar lo imposible, de conquistar el cielo.

En neón

Al componente duchampiano, muy latente en el trabajo de Pazos, habría que sumar otro ingrediente sin el cual no podríamos entender en su complejidad la macroinstalación, ubicada en las zonas más elevadas de las viñas, mirando a la población que les da acogida. Nos referimos a un letrero hecho con luces de neón de clarasconnotaciones pop con el nombre de la instalación y que no deja de recordarnos al famoso cartel con la palabra «Hollywood» sobre la montaña en Los Ángeles. «Nada es lo que parece», parece decirnos Pazos, y tanto Marcel Duchamp como Andy Warhol -e incluso Tatlin, en alusión al Monumento a la Tercera Internacional– tienen cabida en este múltiple y polisensorial guiño a las pacíficas relaciones arte-paisaje-Naturaleza.

Publicado en ABC CULTURAL el 11/07/2018