Francesc Torres y el acto de coleccionar

Francesc Torres. La campana hermética. Espacio para una antropología intransferible
Comisaria: Antonia M. Perelló
Museu d´Art Contemporani de Barcelona. MACBA
Hasta el 11 de setiembre de 2018

 

ANNA MARIA GUASCH

Todo el mundo colecciona.  Algo o nada. Una y otra vez. En ocasiones conscientemente y con una estrategia a largo término, otras sin premeditación. Pero, ¿que le ocurre al objeto una vez es escogido., coleccionado, empaquetado, almacenado, depositado o indexado?. Esta sentencia con la que se abría el catálogo de la que puede considerarse una de las primeras exposiciones de “archivo”, Deep Storage. Collecting, Storing and Archiving in Art, ilustra muy bien el paradigma de “artista como coleccionista” que deriva del proyecto de Francesc Torres en el espacio expositivo de la torre del edificio del Macba, obra de Richard Meier.

Y la pregunta que se nos impone ante la visión  de los más de 3500 objetos (documentos, juguetes y materiales diversos, desde restos del legendario meublé La Casita Blanca hasta la puerta abollada de un taxi barcelonés)  que se organizan en cinco torres metálicas que funcionan como un network gracias a las distintas pasarelas que las unen es la siguiente: ¿Qué es lo más importante para Francesc Torres: recordar o documentar el pasado, o preservarlo para el futuro? ¿O se trata de  ambas cosas a la vez?.. Y en último término cuál es la relación entre  colección (claramente esta exposición está más cerca de la colección que del archivo) y arte?.

La campana hermética. Espacio para una  antropología intransferible, resume esta condición paradójica del acto de archivar o coleccionar en la que no sabemos si lo más importante es la pasión por acumular objetos de un pasado con claros rasgos autobiográficos , o la de crear una obra artística  sobre el tiempo, la memoria, o el miedo al futuro.

Quizás en este sentido, lo más interesante de este nuevo trabajo de Torres que será donado a la colección permanente del Macba, es precisamente este carácter paradójico: esta huida desde lo personal  y autobiográfico a una doble reflexión sobre la memoria ( cosas guardadas como recuerdos)  y a la historia (cosas salvadas como información). Y ello bajo una noción de almacenamiento  que lejos de simular el estudio del artista ( como puede ocurrir en otras propuestas  anteriores como en el caso de Claes Oldenburg) , se  muestra formalmente  cercana a un gabinete de curiosidades (Wunderkammer)  sobretodo por el énfasis puesto en la acumulación y un cierto   carácter enciclopédico Y aquí si que Francesc Torres se consuma como no ya un compulso coleccionista sino como un artista que conoce bien el manejo de lo escenográfico, del espacio, de la luz, y de los ambientes  para en último término focalizar la atención en el objeto, mejor, los múltiples y dispares objetos coleccionados por el artista. El objeto se libera así de su función, y asume un carácter relacional, que tanto  busca la relación dialógica  con otros objetos como la relación con el  museo como espacio de intercambio. Y todo ello sin una pizca de nostalgia, y siempre entendiendo la memoria como un lugar “sensible” entre el yo y el otro, entre lo individual y lo colectivo.

Publicado en ABC Cultural el 22/03/2018