por Pablo Santa Olalla
Tere Recarens (Arbúcies, 1967) es una artista con base en Berlín que trabaja y vive la mayor parte de su tiempo fuera de Cataluña. Desde principios de los años noventa ha realizado numerosos proyectos artísticos, repartidos entre clases de arte y dibujo, residencias de artista, becas, ayudas a la creación y exposiciones individuales y colectivas. Entre las instituciones por las que ha pasado se encuentran la Escola Massana de Barcelona, el Higher Institute for Fine Arts de Gante, la Fundació Joan Miró de Barcelona, el FRAC Bourgogne de Dijon, el Arts Santa Mònica de Barcelona, la Galleria Maze de Turín, el Parker’s Box de Nueva York, La Capella de Barcelona, la École Supérieure d’Art de Grenoble, la Cátedra de Periodismo y Comunicación de la Universidad de Lérida, la Fundação Armando Alvares Penteado de São Paulo, el Festival Loop de Barcelona, Tabakalera de Donosti, CA2M de Móstoles, el Bloomberg Space de Londres, el PS1 de Nueva York o el centro Endjavi-Barbé Art Projects de Shiraz, entre otros. Hay obra suya en el MACBA de Barcelona, entre muchas otras colecciones privadas y públicas. En sus proyectos viaja para aprender, siempre con humor y un poco gamberra (¿o mucho?). Cada contexto –Irán, Turquía, Estados Unidos, Alemania, Francia, Mali o España– le supone una experiencia que intenta atrapar desde lo cotidiano. Su curiosidad le lleva a enredarse con los lugares a través de las personas que allí viven y recorre territorio tras territorio con el dibujo, la palabra, el juego y las manualidades. Aunque Tere no pare, los lugares sí paran en ella, y de cada uno guarda rastros que devuelve al público en sus exposiciones, o que reutiliza para continuar otros proyectos y volver a aquellos lugares a los que quiere volver.
¡Hola, Tere! ¿Cuáles fueron tus inicios en el arte, académicos y no académicos?
¡Hola, Pablo! ¡Muy temprano! Recuerdo sudar a cuatro patas dibujando. A los once o doce, las profes monjas no paraban de comentar que era muy mala estudiante, así que se suponía que no iba a ir a estudiar a la universidad. Aprendí un oficio y a los trece iba a clases de dibujo y pintura para adultos. Luego, por suerte, me inscribí en diseño y pintura.
¿Recuerdas tu primer viaje? ¿Ya sabes cuál será el próximo?
¡Colonias! Yo lo llamaría más «trabajo» que «viaje». No viajo por viajar, viajo para investigar.
Es muy interesante que menciones las colonias, porque algunos de tus proyectos, como Champion y todo el proceso alrededor de I was ready to jump (1999), Maa tere manalen (2008-2009), El río sigue su curso (2010) o la exposición D’Ici à Ici en Hans&Fritz Contemporary (2017), parecen tener la estructura transeúnte y participativa de los campamentos. Me interesa también mucho la relación entre viaje e investigación.
Sí, porque me parece importante señalar el acompañamiento e indicar bien el puesto de cada uno. Si no, nuestra ciudad se crispa. ¡Entre viaje e investigación, hay lugares en los que me atrapan! Otros son más de visita y otros son por encargo. Los lugares que me atrapan, lo hacen por el sitio en sí o por el momento, o más acertadamente porque existen leyendas, algo atemporal. ¡Siempre he pensado que poder contar es un gran arte! Y si no te lo inventas, tienes que vivirlo.
¿Cómo te relacionas con los conceptos de investigación artística, investigación en el arte o investigación a través del arte, tan comentados en los últimos tiempos?
Con investigación artística, todo el tiempo; con investigación en el arte, nada de tiempo; y no sé qué es la investigación a través del arte.
¿Y con la ecuación arte = vida?
No me lo planteo, pero seguramente es acertado.
¿Es tu práctica autobiográfica?
Empecé hablando de mí porque es lo que sabía, pero luego me volví mundana.
¿Sabes cuál y dónde (y cuándo) será tu próxima investigación? ¿Con cuánta antelación preparas tus proyectos?
Los proyectos largos los preparo a diez años vista. Hay lugares históricos para los que hay que prepararse mucho y otros que son más orales, que requieren menos investigación pero más preparación física. Y luego están las exposiciones, que son más espontáneas. Dependiendo del espacio, desarrollo uno de los varios temas en los que estoy interesada. Ahora mismo preparo la continuación de la alfombra que presenté en Barcelona, Baharestan Carpet.
¿Por qué has escogido Berlín como campamento base?
Buscaba una ciudad en la que aprender y darme de alta como artista en la Seguridad Social.
¿Cuántos idiomas hablas?
El del dibujo.
El dibujo parecería que se escapa a los procesos de traducción habituales… ¿Es una lengua «universal»?
Sí.
Los juegos del lenguaje, y los de traducción, son muy relevantes en tu trabajo. ¿Recuerdas cómo empezaron? ¿O siempre han estado presentes?
Siempre han estado presentes. Cuando hablas más de una lengua, te das cuenta de que hay palabras que casi no se pueden traducir y te sumerges en la búsqueda del significado más parecido.
Pero, además, los juegos del lenguaje tienen una vertiente lúdica, que aparece reflejada en otros trabajos como J’ai reussi (1996), Tomber (1997), Besenrein (2003) o Terremoto (1999-2004). ¿La diversión es una dimensión obligatoria en tus proyectos?
Obligado no hay nada, excepto la (incorrecta) justicia.
¿Podrías describir tu primera exposición, La gallinita ciega (1992), a un espectador actual veinticinco años después?
Sí: un autorretrato con los ojos vendados, una luz, un marco con asas y ruedas. El visitante está invitado a pasear, a correr, a reír, a dar la espalda, a abrazar… Esta pieza es atemporal y siempre está muy presente en mí y en el coleccionista. Y hay otra.
¿Otra? ¿A qué te refieres?
Hay otra gallinita ciega que tendría que averiguar dónde está.
Se te ha asociado a dos impulsos culturales diferentes pero interconectados: el pop y el punk. ¿Estás de acuerdo con estas asociaciones? Para ti, ¿el punk y el pop guardan relación o son muy diferentes?
No me interesa.
¿Se entiende, entonces, que no te preocupan la historia, la teoría y la crítica de arte? ¿O es mucho suponer?
La historia, sí; la teoría… pues no hay teoría sin práctica. Estoy al cien por cien en la práctica. ¡Buf, la crítica viene muy retrasada! Solo tienes que imaginar que una de mis piezas más importantes fue expuesta en Barcelona en 1996, ¡y no se ha vendido hasta ahora! ¡Veinte años más tarde!
¿Eres una artista práctica?
Mmmm, ¡no siempre! ¡Me encanta el aburrimiento, me encanta ver musarañas y me encanta soñar!
Podría decirse que eso son actividades, aunque tranquilas. En cambio, en otras ocasiones tus actividades son mucho más movidas: barrer las nubes, facilitar que el público rompa objetos, saltar desde la cornisa del PS1… ¿Estás de acuerdo en que es fácil observar cierta actitud gamberra en tu trabajo?
Pruébalo y discutimos.
No estoy seguro de si te refieres a que intente ser gamberro o a que intente encontrar aspectos gamberros en tu trabajo… Me ha venido a la cabeza la película Salto al vacío, de Daniel Calparsoro (1995), como ejemplo de cine gamberro. Pero tiene un trasfondo oscuro que no se encuentra en tu trayectoria.
No conozco la película, pero el trasfondo es más bien de Simone Weil.
La metáfora del salto es también un motivo que se repite en la interpretación de tu obra. ¿Cómo te relacionas con ella?
Saltar es una acción que me atrae, y el deporte ayuda a integrarme.
En todo caso, ¿qué relación tiene ese gamberrismo con los años noventa en España, en Europa, en el mundo?
En todos los lugares hay gamberros. Ahora trabajo sobre la amabilidad. Quizás entonces salíamos de una dictadura, pero seguro que tiene que ver con el carácter también.
¿Es más fácil ser gamberro que ser amable?
En la sociedad occidental o del primer mundo, sí. Cuanto más gamberro, mejor. Pero es que la historia ha cambiado mucho en los últimos veinte años, y quien no se dé cuenta y siga siendo gamberro, es que es idiota. Y si te das cuenta de lo que está sucediendo, este mundo está pidiendo amabilidad.
Esta es una pregunta común a todas las entrevistas de este proyecto alrededor de la exposición Materia Prima: ¿qué sentido tiene realizar una cartografía de artistas de media carrera en el contexto artístico de Barcelona?
Esta cartografía ha salido igual que la de los años noventa; hay que repensárselo. La exposición muestra la misma estructura de trabajo de esos años. ¡Como si no hubiera pasado nada entremedio! Y de esta última crisis económica que hemos vivido, lo que al menos hemos podido hacer ha sido repensar la forma de trabajar. Yo, desde entonces, trabajo con mínimos porque me gusta y me siento cómoda.
¿Y qué opinas de la denominación artista de media carrera?
Pues, la verdad, de los cuarenta y cinco a los cincuenta, no sé si es personal o coincidencia, ha sido un reto poder seguir trabajando en condiciones. Trabajar, lo haré siempre, pero poder vivir del arte es otra cosa.
¿Encuentras estas dificultades para trabajar en España, o también en otros territorios?
Por suerte vivo en Berlín, donde he podido sobrevivir, estudiar y trabajar al mismo tiempo.
Has impartido clases de artes y talleres en diversas escuelas y países. ¿La docencia es una actividad que te gusta, o supone más un modo de ganarse la vida que una vocación voluntaria?
Me gusta si no es algo rutinario.
Pero, en cambio, estampar tejidos, fabricar alfombras o dibujar pueden ser trabajos que requieran de cierta rutina para obtener resultados, ¿me equivoco?
Rutina de trabajo, sí; en el proyecto todo es diferente: el diseño fue espontáneo, la alfombra es de cartón o los dibujos son sencillos, pero, en cambio, requieren todo tipo de ejercicios. Es como un músculo: hay que entrenarlo.
Para aquellos que no hemos podido asistir a ningún taller tuyo, ¿podrías describir en qué consiste una clase contigo?
Sobre todo, reírse, optimismo y saber o no saber.
¿
Relacionas docencia con trabajo en grupo, y por tanto con experiencia colectiva? ¿Te ha servido la docencia para viajar?
Sí, claro, ¡todo sirve! ¡Incluso para saber lo que no quieres!
¿Consideras algunos de tus proyectos experiencias «activistas»?
Sí, por ejemplo El río sigue su curso (2010), l was ready to jump (1999), dibujos, fotografías, escritos. ¡Cada día añades un grano de arena!
Sin duda muchos de tus trabajos, desde Terespain (1999) hasta el casillero para dejar el móvil de la exposición D’Ici à Ici, tienen una dimensión reivindicativa, de toma de conciencia del mundo. Me pregunto si tienes interés en la(s) política(s), o esta(s) forma(n) parte de esas cosas oscuras que dejas fuera.
Qué gracia la relación de Terespain con el casillero. Es como decir: «¡dejadme trabajar!». Terespain es una acción. El casillero para dejar móviles es una pieza que refleja cómo quiero que se vea mi trabajo: regalo un viaje a través del tiempo y la geografía. Por otra parte, no soy fuerte en política. Solo me especializo en la del lugar donde trabajo, y sigo otra: la mía.
Por ejemplo, en tus viajes a Mali intentas escapar de la posición del turista relacionándote con la comunidad bamana y su vida cotidiana. Con mayor o menor éxito, ¿consideras esto una posición ideológica? ¿Se puede escapar del exotismo?
Fui a Mali por una causa, no fue casualidad, y reflejé la vida cotidiana a través del animismo. Me gustan las minorías, las diferencias. Me fascina observar cómo está constituida una sociedad, y si esta, además de historia, tiene leyendas, mejor. Después también utilizo lo opuesto en mi trabajo, que sería la cultura germana. Cuantas más posibilidades, mejor.
Muchas gracias, Tere. Se nota el humor en muchos de tus trabajos. Una de tus últimas exposiciones, Tere Optimiste (2016), reproducía un estampado con caras sonrientes y tristes, que representan dos tipos de alma. Casualmente o no, la cabeza que ríe es la que está perdiendo peso, y la que se molesta, lo gana.
La que se molesta, una vez llena, empezaría a perder. ¡Es la gravedad!