Anna Maria Guasch
Recorriendo los espacios de los Giardini y del Arsenale, con curadoría firmada por el norteamericano Ralp Rugoff, en la actualidad director de la Hayward Gallery de Londres, uno no sabe con certeza si la 58 Bienal de 2019 parece una cacofonía de ya “históricas” bienales como la de Achille Bonito Oliva en 1993 cuando acuñó el término de Aperto o la posterior de Harald Szeemann de 2001 con el globalizador concepto de Platea de la Humanidad o si apuesta por un discurso radicalmente nuevo en sintonía con los desafíos del siglo XXI.
Acudir al ficcional proverbio chino May You Live In interesting Times (“Quizás vivas en tiempos interesantes”) para reivindicar lo “abierto”, y “sin fronteras”, proporciona un marco fluido y no muy distinto de las bienales de Bonito Oliva y Szeemann, pero no deja de asegurar una “zona de confort” sin excesivos riesgos en la autoria curatorial.
LOS MENSAJES
Casi nos atreveríamos a decir que esta Bienal parece más cercana el lema posmoderno de “everything goes” (todo es posible), tal como se deduce del título de una de las primeras obras con las que el visitante se encuentra al entrar en el Pabellón Central de los Giardini, la del artista francés Antoine Catala It´s Over (2019) y en concreto el el panel central “Everything is Okay” . Lo cual conectaría con la voluntad de Rugoff “de hacer de la Bienal una guía para “vivir y pensar en tiempos interesantes”, apoyando esta vaguedad difusa en apelaciones al cambio climático, a la creciente disparidad de la riqueza de las naciones y a la justicia social. Para renglón seguido hacer recaer todo el peso de su proyecto curatorial en las obras de los artistas, en sus contenidos (una amplísima agenda social de nuestro mundo global, pros y contras incluidos), pero sobretodo en las “formas”. Rugoff se refiere en el texto curatorial al poder de las formas cuyo carácter especifico busca delimitar confines y fronteras culturales.
Resultado: una reivindicación de lo transversal y de una multiplicidad, que se salva por más por los artistas y las atmósferas que crean que por los subtextos curatoriales. Como sostiene Rugoff “El arte no es un mensaje que nosotros podamos simplemente descifrar y comprender; tampoco las obras arte nos ofrecen conclusiones, más bien nos proporcionan inesperados placeres y un residual sentido de la sorpresa y de la incertidumbre”.
CONDICION FLUIDA
Esta constante tensión entre el significado y la ausencia de significado se epitomiza en una de las obras programáticas de la presente Bienal , la que da la bienvenida al espectador cuando penetra en el Pabellón central de los Giardini: Nos referimos a la macroinstalación de la artista italiana Lara Favaretto (1973), Thinking Head , 2017-2019 (2019) , una nube de niebla hecha con vapor frío que en los días ventosos se dispersa, en los días húmedos desaparece, en los soleados proporciona frescor y acaba envolviendo el espacio, deteniendo al público. Esta misma condición “fluida” (vivimos en tiempos líquidos, diría el filosofo Zigmut Baumann) en el pasadizo de tubos y luces LED del artista japonés Ryoji Ikeda (1966) Spectra III (2008/2009), que en su referencia a lo “sublime” y en el exceso de luz insiste en esta buscada equidistancia entre lo comprensible (lo visible) y lo que excede a nuestra comprensión (lo invisible).
VISUAL Y FORMAL
Rugoff ha recurrido al video, como no podía ser de otro modo, pero lo ha hecho de un modo particular: rehuyendo el carácter documental o etnográfico del mismo y recreándose en lo formal y lo visual. La instalación monocanal de Christian Marclay (48 War Movies, 2019), a partir de la superposición de capas y capas de filmes de Hollywood , crea una gran una abstracción ”sonora” liberada de su contenido inicial, la macroproyección video de alta definición de Ryoji Ikeda data-verse 1 (2019), sumerge al espectador en un océano de datos visuales y orales convertidos en “versos digitales”. Pero sin duda la propuesta más interesante es la de la artista alemana Hito Steyerl (1966) en las video instalaciones Leonardo´s submarine (2019) y This is the Future (2019) en las que cuestiona desde las aplicaciones de “inteligencia artificial” a la ética la colaboración entre grandes corporaciones y la industria militar.
LA PINTURA ESTA VIVA
Junto al video, la pintura ocupa también un particular protagonismo en esta Bienal. La pintura no ha muerto, nos viene a decir Rugoff. Todo lo contrario. A veces la podemos imaginar potencialmente a través de “máquinas de pintar” como el espectacular robot encerrado en una caja transparente de los artistas chinos Sun Yuan (1972) y Peng Yu (1974) , Can´t Help Myself (2016) programado para desarrollar 32 movimientos pseudopictóricos desde el chorreo hasta el trazo gestual. En otros casos, la pintura presenta su rostro más figurativo incluso cercano a la escena de genero en la era Internet como en Nicole Eisenman cuyas obras constituyen una clara apología con las objetos de nuestro tecnológico–iPhones,portátiles. También el pintor nigeriano Njideka Akunyili Crosby (1983) se inspira en lo doméstico y en las tradiciones vernáculas. Por su parte, la fotografía sigue el mismo “estilo figurativo pictoricista” huyendo de lo documental y periodístico en obras como la de Soham Gupta (1988) de la serie Angst (2013-2017) o la del artista norteamericano Anthony Hernandez (1947) con sus fotografías de ruinas de ciudades globales
INSTALACIONES
En la Bienal de Rugoff destacan de una manera especial las instalaciones escultóricas desplegadas con barroquizante escenografía en los agradecidos espacios del Arsenale. Global Agreement (2018-2019) del artista francés Neïl Beloufa (1985) presenta una serie de videoentrevistas con soldados de distintos lugares del planeta que el publico sólo podrá ver sentados en asientos gimnásticos. La serie de Big Wheels I,II,III-monumentales neumáticos de caucho negro- del artista norteamericano Arthur Jafa (1960) (León de Oro) muestra una visión del mundo desde la “negritud” evocando subyugación y rebelión asociada a la industria automovilística en declive. The Crochet Coral Reef de las gemelas australianas Christine y Margaret Wertheim (1958) une lo escultórico con lo botánico y biológico con formas hechas artesanalmente en crochet y Market (in pogress 2017) de la artista ucraniana Zhanna Kadyrova (1981) se basa en el reciclaje de materiales de edificios en demolición. Lo “raro” o uncanny se materializa en la obra del tailandés Korakrit Arunanondchai (1986) de apariencia “kitsch” y banal tal como ocurre con Alex Da Corte (The Decorated Shed, 2019), y sobretodo en la instalación del chino Nabuqi (1984) , Do real things happen in moments of rationality?(2018), un assemblage de objetos manufacturados en la frontera entre lo real y lo artificial.
COLABORATIVO
En el proyecto de Rugoff destaca también el carácter colaborativo y transaccional de la obra de arte. El artista establece los parámetros iniciales de la conversación potencial, pero son las respuestas e interpretaciones del espectador las que continúan su desarrollo. El artista, performer , ensayista y poeta Jimmie Durham (1940) y su mini retrospectiva de obras escultóricas, León de Oro por su trayectoria artística, es un buen ejemplo al respecto. Durham ha llegando a afirmar: “Quiero que el objeto tenga una conversación con quienquiera que esté mirando”. Así debe entenderse su conjunto escultural de no-humanos (un conjunto de partes de mobiliario, materiales industriales, ropas usadas, y esqueletos de animales) en convivencia con humanos buscando la imbricación entre lo crítico, lo humorístico y lo humanista.
ZONAS DE DEBATE
La Bienal no ha renunciado a las zonas de debate (el programa Meeting on Art at Biennale Arte 2019) a través de conversación con artistas y teóricos, de performances o incluso “conversaciones clandestinas” que buscan potenciar el espacio de lo dialógico y participativo y que según Ralf Rugoff producen para el artista un conocimiento que no es inmediatamente descifrable y que incluso puede ser torpe o fuera de lugar. Pero también desde los eventos colaterales se han buscado potenciar estos encuentros que buscan ahondar los espacios de reflexión y pensamiento como el que promueve el Ocean Space que bajo la iniciativa de la TBA21-Academy crea diálogos con los artistas que expone en sus espacios, sea Joan Jonas (1936) en su performance Moving Off the Land, un tributo al océano y a la biodiversidad sus criaturas o Olafur Eliasson (1967) (The Weather Project, 2003) que el día de la inauguración mantuvo una conversación con el explorador y biólogo marino David Gruber alrededor de las propiedades de la luz en el agua.
DRAMAS VISUALES
La apuesta de Rugoff por lo formal no oculta tampoco que algunos de los dramas visuales protagonicen el rostro menos amable de la Bienal y el más cercano a la multiplicidad de injusticias sociales de nuestro entorno global. Las fotografías de la artista palestina Rula Hulawani (1964) de la serie The Wall (2005) reflejan las barreras arquitectónicas que Israel ha erigido para controlar el acceso a los territorios palestinos. Por otra parte, el barco, entendido como un monumento colectivo y a la vez un memorial de la migración contemporánea, del artista suizo Chrispoh Büchel (1966) (Barca Nostra, 2018-2019) nos recuerda a uno de los mayores naufragios del Mediterráneo en el que perdieron la vida 800 inmigrantes. Y a ello habría que sumar el “muro de la vergüenza” de la artista mexicana Teresa Margolles (1963) (Muro Ciudad Juárez, 2010) que bajo apariencia minimalista esconde la violencia y la tragedia que deriva del narcotráfico y del crimen organizado en la frontera mexicana.
INDIGENISTAS
Recientemente los saberes indígenas han cobrado reconocimiento como una voz emergente en los debates globales sobre los recursos naturales, sostenibilidad y justicias social. Y algunos de los pabellones nacionales se han mostrado claramente abiertos a las propuestas artísticas de sociedades indígenas en diversas regiones y foros a nivel mundial. El colectivo ISUMA liderado por Zacharias Kunuk y Norman Cohn ( cuyo nombre significa “pensar” o “tener una idea” ) presenta una triple proyecto en el Pabellón de Canadá con distintos filmes (One Day in the Life of Noah Piugattuk, 2019) y material documental sobre las tradiciones del pueblo indígena Intuit en una reflexión entre la sociedad moderna y las instituciones coloniales. También algunos artistas de la comunidad indígena finlandesa Sami que integran el colectivo Miracle Workers Collective muestran en el Pabellón de Finlandia, una serie de dibujos en los que los milagros se presentan como una arma de resistencia política.
LAS VOCES PERIFÉRICAS
Uno de los aspectos más aplaudidos de la Bienal ha sido la capacidad de sorpresa y shock que ha supuesto para el visitante. Frente a la constatación de lo “dejà vu”, Rugoff ha apostado por artistas desconocidos, por lo general asiáticos (China, Tailandia, Japón) y africanos, jóvenes y con escasa presencia en los foros occidentales e incluso en el bienalismo periférico. La frescura, el desparpajo, la espectacularidad no siempre asociada a lo bello, sino todo lo contrario, a lo desagradable, a lo abyecto, a lo uncannyse ha podido ver en artistas y trabajos dispuestos en las escenografías del Arsenale. Sirvan de ejemplo el artista sudafricano Kemang Wa Lehulere (1984) con Death Eye (2018) , una suerte de santuario con fragmentos de jaulas en clara alusión al desplazamiento de numerosos sudafricanos en la época del apartheid o la artista china Yin Xiuzhen (1983) con su instalación, a medio camino entre la claustrofobia y la ansiedad Trojan(2016-2017). A destacar también los montajes fotográficos de la artista japonesa Mari Katayama (1987) (shadow puppet # 013, 2016) con sus colecciones bizarras de objetos junto a sus autorretratos a lo Sherman.
PABELLONES Y EVENTOS
Como cada Bienal, la oferta de los Pabellones nacionales es variopinta, de gran diversidad y de difícil tipificación. Uno de los aspectos que más ha sorprendido la Bienal de 2019 es el relativo poco interés de los grandes pabellones nacionales, como el de Francia (Laure Provost), Alemania (Natascha Suder) y Gran Bretaña (Cathy Wilkes),e incluso nos atreveríamos a decir, Estados Unidos (Martin Puryear) convertidos en “mausoleos” para ensalzar el trabajo de un solo artista (one man show). En el otro lado de la moneda, destacaríamos la apuesta de otros pabellones nacionales como el de Rusia, España, Holanda o Cataluña por un discurso temático que esconde la figura “aurática “ del artista. Tal es el caso de Holanda y su propuesta de medir la disyuntiva entre lo local, lo nacional y lo global en The Measurement of Presencede los artistas Remy Jungerman y Iris Kensmil. También el de Rusia con la recreación en la instalación Lc.15:11-32de Alexander Shishkin-Hpkusai de la Parábola del Hijo Pródigo del Libro de Lucas a partir la pintura de Rembrandt del mismo tema del Hermitage y del film El arca rusa(2002) del cineasta ruso Alexander Sokúrov rodada en 2001 en el Museo del Hermitage.
Nos han convencido menos las propuestas del Pabellón de Israel convertido en un hospital móvil (Field Hospital X FHX, 2019) del artista Aya Ben Ron que nos propone en una cacofonía del interior de un hospital cualquiera una reflexión sobre cómo el arte puede actuar frente a las enfermedades sociales y a los valores corruptos en la sociedad, así como la del premiado (León de Oro) pabellón lituano Sun &Sea (Marina)de Rugile Barzdziukaité, Vaiva Grainyté y Lina Lapelyté, que con 30 toneladas de arena y con la excusa del cambio climático ha convertido el pabellón en una playa entre lo kitsch y lo uncanny(o extrañamente familiar).
Más sutiles y complejos nos han parecido los pabellones de Catalunya, To Lose in your head (Idols) presentado como un evento colateral donde el comisario, desarrolla a partir de obras contemporáneas y otras históricas el tema de la adoración y destrucción de las imágenes, y el Pabellón Español con el doble proyecto de Itziar Okariz y Sergio Prego titulado Perforated by,(2019) que reivindica en un mundo lleno de ruidos un tiempo perforado por el sonido: una perforación a través de la performance, el sonido, la imagen , la esculturas y la arquitectura.
Fotografía: Lara Favaretto , Thinking Head, 2017-2019