La luz negra. Tradiciones secretas en el arte desde los años cincuenta.
Colectiva. CCCB.
Barcelona. C/ Montalegre, 5.
Comisario: Enrique Juncosa.
Hasta el 21 de octubre.
ANNA MARIA GUASCH
Luz negra es una exposición más de tesis que de obras, más de reflexión que de disfrute visual. Para la entropía, el ser humano ve el espacio-tiempo que es el universo en la forma que es porque nosotros existimos. Si no fuese como es, nosotros no existiríamos y, por lo tanto, preguntarse por qué existimos no tiene sentido. Un espacio-tiempo que, no obstante, no puede ser percibido en su totalidad, ya que en él hay regiones finitas en cuyo interior existe una tan alta y densa concentración de materia que impide que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, pueda escapar de ella. Estas regiones son los agujeros negros que planteó a principios del siglo pasado Karl Schwarzschild y que nombró décadas después el físico Archibald Wheeler.
Existe una oscuridad consecuencia de la «extrema materia», pero también la hay consecuencia de la ausencia de la misma, la oscuridad espiritual, la luz negra, la dimensión de la supraconciencia que acerca al ser humano a la mismidad del Dios oculto.
Esa «luz negra» no sólo es la que da título a la exposición que Enrique Juncosa, con el subtitulo «Tradiciones secretas en el arte desde los años cincuenta», presenta en el CCCB de Barcelona, sino la que inspira gran parte de las obras expuestas. El comisario ha renunciado a la facilidad y comodidad de la historia establecida, casi siempre sometida a insalvables criterios de mercado, para intentar que la lux negra traicione su necesario oscurantismo y que el arte -que en otro contexto se podría considerar de vanguardia o posvanguadia- descubra su carácter de médium entre la subconsciencia y la supraconciencia o, dicho de manera más simple, muestre su carácter espiritual.
Universos paralelos
La cita, con un cuidado y sólido montaje que sitúa al espectador en un espacio que requiere silencio, reflexión y capacidad para concentrarse en el pequeño formato de las piezas y en el que breves pero muy correctos textos le guían en el hermetismo de la casi teofánica presencia de las obras, avanza sin orden cronológico -organizadas «más o menos de forma cronológica», señala el comisario-, y atraviesa mundos creativos muy diversos que van de Harry Smith a Carl Gustav Jung, pasando por una cincuentena de creadores como Rothko, Michaux, Tàpies, Joan Ponç, Rudolf Steiner, Beuys, Bruce Conner, Gino de Dominicis, Carlos Amorales o Matías Krahn.
El objetivo de Juncosa no deja de ser reivindicativo de un pensamiento -el espiritual- fundamental en la creación y evolución del arte contemporáneo en sus más diversas facetas (pintura, escultura, foto, cine, música, literatura… ); pensamiento que se ha visto superado o apartado por el racionalismo.
A diferencia, sin embargo, de otras aproximaciones al tema, la de Juncosa no ha planteado lo espiritual como base generadora de movimientos artísticos, como el socorrido caso de la abstracción desde que Kandisnky publicó su significativo De lo espiritual en el arte(1911), sino a través de experiencias individuales que pueden o no obedecer a procesos espirituales semejantes.
Se apaga la llama
En este sentido, resulta altamente representativo el diálogo visual y conceptual que se establece entre Rudolf Steiner, fundador de la antroposofía, y Beuys, pilar fundamental en el desarrollo de la segunda mitad del siglo XX. No deja de ser significativo, además, que las obras «artísticas» de Steiner presentes en la exposición (pizarras con dibujos llevados a cabo en sus conferencias) sean poco anteriores a su muerte (1925) y, a la vez, coetáneas a la fecha de nacimiento de Beuys (1921).
A pesar de que el marco cronológico de la exposición se desarrolle, como indica el subtítulo, desde los años cincuenta a la actualidad, son relativamente escasos los creadores expuestos nacidos con posterioridad a 1950. Su obra, especialmente la de los más jóvenes, se nos aparece en cualquier caso más anecdótica o superficial, y ello hace pensar que las intensas tendencias espirituales de la primera mitad del siglo XX no se han mantenido ni colectiva ni individualmente en las últimas décadas y han sido sustituidas por una concepción de la Naturaleza ajena a la luz negra y sus influjos.
Publicado en ABC Cultural el 08/06/2018